Nos hemos vuelto tan adictos al móvil, que demasiadas veces no vemos lo que
tenemos delante y nos perdemos momentos preciosos de la vida: como una sonrisa
de un desconocido, la charla insustancial de tu mejor amiga o la caída al suelo
de un camarero con los platos en la mano.
Estaba el otro día con mis amigas en una terraza tomando algo y por
supuesto, los móviles estaban encima de la mesa y los mirábamos cada dos por
tres. La conversación no era fluida, parecía más importante lo que nos dijera una
persona omnipresente por el móvil que lo que contara la persona que teníamos al
lado. Por ello decidí hacer un experimento y descubrir cuanto tiempo podía
apartar sus manazas de este nuevo ente que parece una nueva extensión de
nuestra mano.
-Me voy a casar-mencioné como si nada mientras me llevaba a los labios el
vaso.
Al principio ninguna me miró, como si no me hubieran oído o no hubieran
podido procesar bien esa información que claramente, no esperaban.
-¿Perdón?-fue la primera respuesta.
-¿Esto tiene alcohol?-levantó otra su vaso para mirarlo fijamente.
-¿Con quién? ¿Cuándo? ¿Por qué?
Observé que los móviles estaban ahora en la mesa y que tenian sus ojos
claramente en mi dirección. Empecé a inventarme una historia sobre un novio
secreto, un chico cuya familia no terminaba de aceptar lo nuestro y que estaba
haciendo todo lo posible para enfrentarse a sus padres por nuestro amor. Habíamos
decidido escaparnos para casarnos y finalmente había decidido contárselo.
No sé si fue mi calma al contarlo, o que yo normalmente no hacia cosas como
inventarme un prometido ficticio o que efectivamente aquellas bebidas llevaban
algo, pero se lo tragaron todo.
De repente empezaron a pedir champán, a gritar como locas y a pedir detalles
a mansalva.
Los teléfonos móviles seguían en la mesa, olvidados. Y ya había pasado media
hora. Yo seguía inventando cosas y aunque me contradije un par de muchas veces
no parecieron darse cuenta. Esta vez sí, puedo echarle la culpa al champán.
-Tenemos que compartir esto-dijo en un momento dado alguna e hizo un intento
de coger el movil pero negué con la cabeza.
-Recordad que es un secreto.
Asintió y dejó el móvil en la mesa. Continuamos bebiendo y riendo, haciendo
bromas absurdas sobre el sexo opuesto y debo decir, que hacia mucho tiempo que
no me lo pasaba tan bien.
Cuando terminó la noche, nos despedimos y nos fuimos cada una a su casa. En
el camino saqué mi propio movil que también había sido ignorado durante todo el
día. Escribí un escueto mensaje:
"Espero que hayáis tenido un feliz día de vivir sin teléfono. Estoy
pensando en cómo será mi novio para el año que viene. =)".